Por Luis Gabriel Osejo.
Paul Ospital me recordó hace algunas semanas que, en la cultura japonesa, o en alguna otra oriental, no estoy seguro, una taza podía romperse pero que, con paciencia, podían volverse a pegar los cientos de pedacitos, como un rompecabezas, para tener la taza completa otra vez.
Me respondió con esa metáfora cuando le pregunté si seguiría en el Partido Revolucionario Institucional. Es obvio que la taza se rompió y nunca pudo volver a pegarse. Ayer decidió emigrar a Movimiento Ciudadano que lo recibió con toda la ‘pompa’ del caso. Su dirigente nacional, Jorge Álvarez Maynes, lo presentó en un video que me hizo recordar las contrataciones de los equipos de fútbol de la liga MX. Un fichaje.
Paul se fue separando poco a poco de su gran aliado, Alejandro Moreno, ‘Alito’, que lo había llevado a ser vocero nacional del PRI. Cuando se firmó la alianza con el PAN, levantó la mano para medirse como posible candidato al senado de la república. Le dijeron que no. Pidió participar en la elección a diputado federal y le volvieron a decir. Apenas alcanzó
la diputación local por la vía plurinominal. La dirigente estatal, Abigail Arredondo, le aplicó la ‘ley de hielo’ y lo dejó fuera de toda discusión por el futuro de su partido.
Hábil como es, negoció directamente con el PAN su voto para quitarle la mayoría a Morena en el Congreso. Hoy quema sus naves, pero de manera estratégica. Su decisión de salirse del PRI y pasarse a las filas de Movimiento Ciudadano, no fue un capricho ni un desplante. No creo que les haya dado un cheque en blanco a los naranjas. Lo veremos: tendrá un lugar especial en la elección de candidatos de ese partido, él mismo podrá buscar una posición en las listas plurinominales del 27 o, arriesgado, la candidatura a gobernador, con la condición de que le entreguen la dirigencia desde ahora, para armar una estructura electoral que le permita ganar al menos tres distritos locales y cinco municipios, incluyendo los dos que MC tiene actualmente. Se viene otra desbandada de priístas.
La decisión la platicó con quien tenía que platicarlo. Durante meses se sentó con los priístas más destacados, incluyendo ex gobernadores y ex líderes de ese partido. Todos le dijeron lo mismo: el PRI no tiene futuro en Querétaro.