En caso de que Estados Unidos decida intervenir militarmente contra Irán, la planta subterránea de enriquecimiento de uranio de Fordow se perfila como el principal objetivo estratégico del posible bombardeo. Esta instalación, ubicada a unos 100 kilómetros al sur de Teherán, es considerada por Washington y Tel Aviv como una amenaza directa, ya que es la única donde inspectores de la AIEA han detectado partículas de uranio enriquecido con niveles cercanos al grado militar.
Fordow está construida bajo una montaña, protegida por más de 100 metros de roca, lo que la hace prácticamente invulnerable a la mayoría del arsenal convencional. Israel cuenta con bombas como la GBU-28 y BLU-109, capaces de penetrar fortificaciones, pero insuficientes para neutralizar esta instalación. De ahí su dependencia de la GBU-57/MOP, una bomba de 13.6 toneladas que solo puede ser lanzada desde bombarderos B-2 Spirit del ejército estadounidense.
Actualmente, la planta Fordow podría haber quedado expuesta, luego de que se reportara la destrucción del 70 % del sistema antiaéreo iraní, incluidos los avanzados misiles tierra-aire S-300 de origen ruso, lo que facilitaría una incursión aérea directa.
El B-2 Spirit, avión “invisible” al radar, opera desde bases como Whiteman, en Misuri, o Diego García, en el Océano Índico, y sería clave para ejecutar una serie de ataques consecutivos con el fin de garantizar el éxito de la misión, dada la dificultad de destruir por completo Fordow en una sola operación.
Mientras tanto, el mundo permanece en expectativa. La Casa Blanca ha señalado que Donald Trump tomará una decisión en las próximas dos semanas, en un contexto marcado por tensión regional, amenazas nucleares y diplomacia en pausa.
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