Texto: Por Luis Gabriel Osejo
Felipe Macías llegó a la política como una bocanada de aire fresco, representando la generación de los nativos digitales, un sector frecuentemente olvidado por la clase política tradicional. Su habilidad en redes sociales y su cercanía aparente con los jóvenes le otorgaron un capital político importante y le permitió ganar espacios, pero la transición de “influencer” a líder político está mostrando sus limitaciones en el complicado y diverso municipio de Querétaro.
Desde sus primeros días en el cargo, Macías ha demostrado que su dominio en redes no es suficiente para gobernar un municipio tan plural. Sus comentarios, que van desde recomendaciones simplistas sobre “no abrir la puerta a desconocidos” para evitar robos, hasta decisiones más graves como el desalojo violento de artesanos indígenas en el centro histórico, revelan una falta de sensibilidad y un desconocimiento de las complejidades sociales de la ciudad. La realidad de Querétaro exige mucho más que una presencia atractiva en redes sociales; demanda empatía, comprensión y capacidad de diálogo.
En cuanto a su administración, las primeras señales indican que Macías está más comprometido con quienes le apoyaron políticamente que con los queretanos. Su primer acto de gobierno fue aumentar la nómina, creando puestos y secretarías en un claro guiño a sus promotores y patrocinadores. Este tipo de decisiones han dejado claro que su gobierno se estructura en torno a compromisos y favores, donde los puestos clave parecen estar controlados por otros. En términos de administración, los recursos y los contratos importantes no pasan por sus manos, y en el ámbito político, las decisiones mayores, como el desalojo de artesanos, dan la impresión de no ser suyas.
A solo un mes en el cargo, las expectativas de aquellos que lo veían como una promesa para el gobierno estatal están siendo puestas en duda. Su imagen en redes y su simpatía inicial no han sido suficientes para demostrar liderazgo y autonomía en la toma de decisiones. Quienes pensamos que Felipe Macías podía llegar a ser un candidato fuerte para el gobierno estatal, podemos ahora reevaluar esa posibilidad, y no precisamente de manera favorable.
En política, la popularidad en redes sociales puede ser un trampolín, pero no reemplaza la capacidad de gestión ni el compromiso con el bienestar ciudadano. Felipe Macías, que en campaña parecía tenerlo todo para transformarse en una figura sólida, se enfrenta ahora a una dura realidad: gobernar implica mucho más que un “like” y requiere responder a las demandas de un Querétaro plural y complejo.