«La transformación que prometía erradicar la corrupción terminó por institucionalizarla»: Alito Moreno

Lo que en campaña fue presentado como un cambio profundo de régimen político terminó convirtiéndose en una reedición amplificada de las viejas prácticas de corrupción. La llamada cuarta transformación ha dejado al descubierto que su discurso de “honestidad valiente” no era más que una fachada para encubrir el uso indebido y sistemático de los recursos públicos.

Los casos aislados quedaron atrás: hoy se habla de redes completas de complicidades que incluyen contratos inflados, obras inconclusas, programas sociales utilizados con fines electorales, nombramientos por favoritismo y negocios poco transparentes que mantienen al régimen vigente. Morena no erradicó la corrupción; la normalizó, la institucionalizó y la convirtió en un medio para prolongar su permanencia en el poder.

A la par del deterioro económico, el aumento de la deuda y la crisis de seguridad, lo que más hiere a la nación es el cinismo con el que se gobierna. Quienes señalaban a sus antecesores de corruptos han demostrado ser aún peores, transformando al país en el escenario de un saqueo permanente.

Lo que alguna vez se presentó como un proyecto de transformación nacional ha terminado siendo un gran fraude político, una traición a las expectativas ciudadanas y una amenaza directa para el futuro de la República.

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