Por Luis Gabriel Osejo
Si hay algo en lo que los políticos del mundo destacan, es en su capacidad para ejemplificar los siete pecados capitales con una perfección casi admirable. Con el debido sarcasmo, hoy haremos un recorrido por cada uno de estos vicios, aplicados a los líderes que nos prometen el paraíso pero nos dan el infierno.
- Lujuria
No, no hablamos solo de los clásicos escándalos sexuales (que abundan), sino de esa lujuria desmedida por el poder. Para muchos políticos, el poder no es suficiente; lo desean con una intensidad febril que los lleva a hacer cualquier cosa por mantenerlo. ¿Consecuencias? Ah, esas son para los demás.
- Gula
¿Quién dijo que la gula era solo por comida? Los políticos modernos la practican con presupuestos y fondos públicos. Viajes de lujo, cenas opulentas y un gasto indiscriminado que haría sonrojar al más acaudalado millonario. Si la gula es un pecado, entonces el despilfarro de nuestros impuestos es su versión moderna.
- Avaricia
La avaricia es el motor que impulsa a muchos políticos. No es suficiente con un salario digno; necesitan más. Contratos, comisiones, “regalitos”. Para ellos, lo importante no es servir al pueblo, sino llenarse los bolsillos mientras puedan. Total, el puesto es temporal, pero las cuentas en paraísos fiscales son eternas.
- Pereza
¿Campañas llenas de promesas? Claro. ¿Cumplimiento de esas promesas? Ni hablar. La pereza política es un clásico. Se desgastan recorriendo calles y organizando eventos preelectorales solo para, una vez en el cargo, refugiarse en sus oficinas climatizadas y dejar que los problemas del pueblo se acumulen como la basura en las esquinas.
- Ira
El político iracundo es fácil de detectar. Cualquier crítica, por pequeña que sea, es suficiente para desatar su furia. No soportan que alguien cuestione su autoridad y, peor aún, no entienden por qué deberían ser criticados. Para ellos, la ira es su derecho, y la humildad, un concepto abstracto que no figura en su diccionario.
- Envidia
Si hay algo que realmente enloquece a un político es ver a otro disfrutando del poder que tanto anhelan. La envidia se refleja en ataques mediáticos, traiciones y juegos sucios. Porque en la política, si no puedes tener el poder, al menos puedes destruir a quien lo tiene.
- Soberbia
Y aquí llegamos al rey de todos los pecados políticos: la soberbia. Una vez que llegan al poder, creen que son invencibles, que sus decisiones son incuestionables y que están destinados a reinar para siempre. Olvidan, por supuesto, que el pueblo es el verdadero soberano… hasta que es demasiado tarde.
Conclusión:
Los políticos, con sus desmesurados egos y sus insaciables apetitos, no solo cometen estos pecados con regularidad, sino que los perfeccionan. Y como ciudadanos, nos toca observar, criticar y no olvidar que, aunque su permanencia en el poder sea pasajera, nuestros derechos y nuestras exigencias no lo son.
Recomendación: Mantente atento a nuestros análisis en las redes de Ciudad y Poder. ¡No dejes que los pecados políticos pasen desapercibidos!