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Querétaro en la mira: Cuando el crimen y la política se confunden

En la noche de este sábado 9 de noviembre, un hecho alarmante sacudió a Querétaro: un ataque violento en el Bar Cantaritos nos recuerda el estado de vulnerabilidad en el que vivimos. No se puede ignorar el trasfondo de estos actos violentos, que reflejan un deterioro social, pero también un claro vínculo entre ciertos partidos políticos y el crimen organizado. Morena, el partido en el poder, no es una excepción y ha sido señalado en repetidas ocasiones por sus nexos con personajes que operan fuera de la ley. Este es un peligro que debería alarmarnos a todos, pues deja en claro que en algunos casos, el poder ha pasado de las manos de los ciudadanos a grupos que actúan a favor de intereses particulares y violentos.

Es inquietante ver cómo la ciudadanía, en ocasiones, parece haber delegado su poder de elección a figuras que no garantizan ni transparencia ni paz. Los políticos que aprovechan sus posiciones para beneficio propio no solo traicionan la confianza del pueblo, sino que alientan a que las instituciones se debiliten y se infiltren por intereses criminales. Esto, sumado a la complicidad e ineficiencia de ciertos actores políticos de Morena, es una amenaza latente.

Pero, ¿quién es realmente responsable de que estos individuos lleguen al poder? La ciudadanía tiene una cuota de responsabilidad, pues ha dejado de lado la labor de evaluar y seleccionar a sus líderes de forma consciente y crítica. La política no es un juego y no debería ser una simple elección entre colores o eslóganes vacíos, sino un ejercicio profundo de responsabilidad cívica. Mientras la sociedad no asuma esta responsabilidad y mientras Morena y otros partidos sigan avalando figuras cuestionables, seguiremos en un círculo vicioso que permite la infiltración de actores oscuros en nuestra vida política.

Hoy Querétaro sufrió una herida más, y no es la primera. La responsabilidad no solo recae en quienes permiten o perpetran estos actos, sino en todos aquellos que con su voto, o con su apatía, dan paso a políticas y a personas que amenazan el bienestar social y la seguridad pública. Como sociedad, es imperativo exigir un cambio y asumir el rol que nos corresponde en la construcción de un país seguro, donde el crimen no se alinee con la política, y donde se elija a líderes que respeten y protejan la vida y los derechos de todos los mexicanos.

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