Ciudad de México, 17 de septiembre de 2024.
Por Raúl Borunda
En un escenario poco común en la política mexicana, el ex presidente Ernesto Zedillo, quien gobernó de 1994 a 2000, ha vuelto a la palestra pública con críticas contundentes hacia la reforma al Poder Judicial y el estado actual de la democracia en México. Zedillo, conocido por su gestión durante uno de los periodos económicos más turbulentos de México y por haber sido el último presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) antes de la alternancia, reapareció en la vida política para expresar su preocupación por lo que considera una erosión de los principios democráticos.
Durante su intervención en el Día Actinver, Zedillo no mencionó directamente al presidente actual, López Obrador, pero sus palabras resonaron como una crítica velada a las políticas populistas que, según él, están minando los pesos y contrapesos fundamentales de la democracia. «Para tener democracia, necesitamos ciudadanos que crean en la democracia y no en cultos o fanatismos», declaró Zedillo, en lo que muchos interpretaron como un comentario sobre la figura y el estilo de liderazgo de AMLO.
La reforma al Poder Judicial, recientemente aprobada, fue el blanco principal de Zedillo, quien la calificó de «atrocidad» que podría sepultar la democracia mexicana y transformar el país en una tiranía. Esta crítica se suma a las voces que advierten sobre la centralización del poder y la disminución de la autonomía judicial, temas que han dividido opiniones y generado debate en la esfera pública.
Por su parte, el presidente López Obrador no ha tardado en responder. En una de sus mañaneras, describió las declaraciones de Zedillo como «ridículas», defendiendo su administración y recordando las controversias de la gestión de Zedillo, como la creación del Fobaproa, que dejó una deuda de largo plazo para México, y la privatización de los trenes de pasajeros, entre otros.
Este intercambio de declaraciones refleja una profundización en el debate sobre el estado de la democracia en México, donde Zedillo, desde su perspectiva externa, advierte sobre riesgos para las instituciones, mientras AMLO defiende su administración como una continuación de la democratización del país, criticando las políticas neoliberales de Zedillo que, según él, beneficiaron a pocos y lastimaron a muchos.
La reaparición de Zedillo en la arena política no solo reaviva viejos debates sobre su administración sino que también pone en el tapete la cuestión de hasta qué punto la democracia mexicana se encuentra en riesgo o, por el contrario, está en proceso de una transformación que busca mayor justicia social, según lo visto por el gobierno actual. Este enfrentamiento de visiones sobre el pasado, presente y futuro de México no solo es un pulso político sino un reflejo de las divisiones profundas en la sociedad mexicana sobre cómo debe ser gobernado el país.