Texto y foto: Asomarte/Elizabeth Acosta Haro
José Aurelio Olvera Montaño, mejor conocido como «Yeyo» entre sus amigos, es un pilar de la cultura queretana. Su vida y obra reflejan un compromiso inquebrantable con la música, el arte y la educación. Desde su infancia, su entorno familiar marcó el inicio de una carrera dedicada a enriquecer el espíritu humano a través del arte. Quinto de diez hermanos, Olvera creció en el Centro Histórico de Querétaro, rodeado de las memorias de un hogar lleno de amor, creatividad y valores.
De niño, soñaba con ser carpintero al admirar el oficio de un vecino; Sin embargo, la música pronto tomó protagonismo. Junto con sus hermanos, ingresó a la Escuela de Música Sacra dirigida por el padre Cirilo Conejo Roldán, donde aprendió canto gregoriano y polifonía. Su formación musical no sólo le permitió obtener una beca para estudiar, sino que marcó el inicio de una vocación de más de 70 años. “La música me enseñó a comunicarme con los demás desde el corazón”, afirma Olvera.
Su trayectoria incluye hitos como ser director de la Banda de Música del Estado durante casi cinco décadas, fundador y director vitalicio de la Estudiantina de la Universidad Autónoma de Querétaro, y actor de Cómicos de la Legua durante más de diez años. Cada etapa de su carrera estuvo marcada por un deseo constante de transmitir emociones profundas a través del arte. “Sientan lo que hacen, vivanlo y disfrútenlo”, solía decir a sus estudiantes y compañeros. Estas palabras reflejan su filosofía de vida, basada en la sensibilidad y la conexión espiritual que ofrece la música.
Uno de los momentos más destacados de su vida fue cantar ante el papa Juan Pablo II en dos ocasiones. Con la estudiantina, interpretó «Cielito Lindo» en un festival en Roma, y más tarde presentó la pieza «Peregrino de la Fe», compuesta por Olvera. “Fue una de las emociones más grandes de mi vida”, recuerda con nostalgia. Este logro, al igual que muchos otros, lo llevó a recibir numerosos reconocimientos a lo largo de los años, aunque siempre los considera resultado de un esfuerzo colectivo. “Nada de lo que he hecho ha sido solo mío; siempre he trabajado con equipos llenos de buenas voluntades”, asegura.
A lo largo de su vida, Olvera se ha enfrentado a múltiples desafíos, pero siempre ha encontrado refugio en el arte. Además de la música, estudió derecho e incursionó en la actuación. Su participación en Cómicos de la Legua lo llevó a recorrer México y conocer a grandes figuras del teatro. Sin embargo, la estudiantina se convirtió en su mayor prioridad, consolidándose como un símbolo cultural de Querétaro. Entre giras, ensayos y presentaciones, Olvera dejó una huella imborrable en la comunidad artística local.
El legado de José Aurelio no sólo se limita a los escenarios. En su hogar, rodeado de libros, partituras y recuerdos, se encuentra un hombre profundamente agradecido por la vida que ha llevado. “El talento que Dios nos da es para desarrollarlo y compartirlo con los demás. Esa es la mayor satisfacción”, reflexiona. Su estudio, decorado con fotos, cruces y figurillas, es un reflejo de su fe y pasión por el arte.
Olvera siempre ha buscado transmitir valores y enseñanzas a las nuevas generaciones. “La música no es sólo técnica; es un lenguaje espiritual que conecta almas”, afirma. Para él, cada nota y cada acorde son una oportunidad para tocar el corazón de quienes lo escuchan, dejando una marca perdurable en sus vidas.
A pesar de su larga trayectoria, Olvera conserva una humildad genuina que lo distingue. Recuerda con humor el día que, por error, anunciaron su muerte en la radio al confundirlo con un carpintero homónimo. Esta anécdota refleja el carácter sencillo y humano de un hombre que, a pesar de sus logros, sigue siendo accesible y cálido.
Hoy, José Aurelio Olvera es un ícono de la cultura queretana. Su vida es testimonio de que el arte no sólo enriquece al creador, sino también a quienes tienen el privilegio de experimentarlo. Desde su estudio, continúa compartiendo su talento y sabiduría con quienes lo rodean, dejando claro que su legado trasciende generaciones.