Braulio “Mago” Guerra Mendoza
La revista yacía en blanco hasta que la tinta interrumpió su tranquilidad. En cuanto los átomos de las hojas hicieron contacto con los suyos, ocurrió un estallido que creó millones de ideas y generó un caos de colisiones entre ellas. Las más débiles fueron absorbidas por las que contaban con una mejor estructura, produciendo conceptos que se plasmarían en forma de lenguaje.
En un instante aparecieron letras y palabras que se expandieron a lo largo del vacío. Conforme iban mezclándose, dieron origen a oraciones que después formaron párrafos. Pronto, una hoja no le fue suficiente a la tinta para trazar sus pensamientos y continuó extendiéndose a las demás.
En medio de la creación ocurrieron fusiones que dieron lugar a diversas figuras. El robo del espacio por el tamaño exagerado de las hipérboles hizo que muchas palabras terminaran siendo apócopes. Las aliteraciones formaron cúmulos de letras iguales. Los paralelismos establecieron leyes de estructura para el surgimiento de nuevas oraciones. El choque de las antítesis produjo nuevas líneas temporales. Las metáforas dieron forma a las constelaciones creadas con los signos de puntuación y la metonimia se encargó de buscar similitudes entre los diferentes conceptos grabados en el papel.
La tinta fue el elemento ideal para desarrollar un cosmos lleno de relatos. La aleación entre los componentes narrativos dio nacimiento a las tramas, quienes una vez que se unían, generaban las propiedades necesarias para relatar conflictos literarios.
En poco tiempo se materializaron mundos rocosos, helados, marinos y fantásticos habitados por personajes hechos de tinta. Siendo ellos los encargados de desarrollar cualquier idea a través de sus acciones y componentes de caracterización, dándole vida a un universo de historias dentro de esta revista.
