Por: Staff Reporte Querétaro
Fotografías: Especiales
Tolimán emerge como un guardián de tradiciones ancestrales en medio del semidesierto. Reconocido en 2009 por la UNESCO como “Lugar de memoria y tradiciones vivas de los pueblos otomí-chichimeca”, es un mosaico de sincretismo religioso, paisajes áridos y una cultura que resiste al paso del tiempo.
A poco más de una hora de la capital de Querétaro, se encuentra Tolimán, un municipio que ofrece una experiencia que trasciende lo turístico para sumergirse en lo espiritual.
Tesoro cultural: Donde el pasado late en el presente
Tolimán es un bastión de la cultura hñähñu (otomí), visible en su lengua, trajes típicos bordados con colores vibrantes y artesanías de palma y ixtle. Aquí, cada familia resguarda capillas domésticas dedicadas a santos locales, mientras las nuevas generaciones aprenden danzas rituales como la de “los concheros”. La fiesta más emblemática es la de San Miguel Arcángel (septiembre), donde el “levantamiento del Chimal” roba la atención. Una estructura de más de 10 metros, decorada con flores, frutas y panes, se erige como ofrenda colectiva. Tras ser bendecida con agua, incienso y aguardiente, el Chimal simboliza la unión entre lo divino y lo terrenal, un ritual que encapsula la espiritualidad única de la región.
Paisajes que deslumbran: Entre cañones y oasis
El semidesierto de Tolimán es puerta de entrada a la Sierra Gorda, con parajes que alternan entre la aridez y la exuberancia. En Piedra Honda, los sabinos centenarios crean piscinas naturales ideales para nadar, mientras el río Las Adjuntas de Bomintzá invita a refrescarse bajo las cascadas. Para los amantes del senderismo, Maguey Manso ofrece rutas entre cactus y formaciones rocosas, y en San Antonio de la Cal —famosa por su gastronomía—, la caminata hacia la “Cara Oculta de la Peña de Bernal” revela vistas panorámicas que desafían al horizonte.
Sabores que narran historias
Cocineras tradicionales preservan recetas ancestrales con ingredientes como el garbanzo amarillo —cultivado sólo aquí—, nopales, quelites y flores de maguey. Destacan el mole estilo Tolimán, de sabor ahumado y textura sedosa, y las tortillas de colores, teñidas con pigmentos naturales. En mercados locales, te recomendamos probar el “atole de garbanzo” o los tamales rellenos de verduras del desierto, platillos que son un tributo a la tierra.
Tolimán no es sólo un destino: es un viaje a las raíces de México. Sus rituales, paisajes y sabores son ventanas a un mundo donde lo sagrado y lo cotidiano se entrelazan. Visitar este rincón queretano es descubrir que, incluso en la aparente dureza del desierto, florece una cultura viva que nos recuerda la importancia de preservar nuestra identidad.