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El Acueducto de Querétaro, un monumento al amor

El amor hace que las personas realicen obras increíbles, y el Acueducto de Querétaro, una de las obras más importantes del siglo XVIII, es un gran ejemplo de ello. De acuerdo con la leyenda, su edificación ocurrió gracias al amor que el Marqués de la Villa del Villar del Águila sintió por Sor Marcela.

Sor Marcela era una monja que se negó a renunciar a sus votos religiosos por el Marqués, además de que era sobrina de la señora Paula Guerrero Dávila, esposa del Marqués en ese entonces.

La historia comenzó cuando Don José Antonio de Urrutia y Arana llegaron de España a la Ciudad de México, ya que esta era el centro económico, político y cultural de la región. Sin embargo, tuvo que trasladarse a Querétaro.

Esto debido a que se había fundado el Colegio y el Convento de las Capuchinas. Y es que, en aquel entonces, se acostumbraba a que alguien importante acompañara al séquito de monjas a su destino; en este caso a la ciudad de Querétaro. Por ello, el marqués era el hombre indicado.

Cuando Don José de Urrutia quedó prendado de una bellísima monja cuyo nombre era Marcela. Sor Marcela, quien era sobrina de la esposa de aquel caballero, también se había enamorado a primera vista, pero al ser fiel a sus votos, no pudo hacer más que pedirle conservar intacto ese amor tan puro y hermoso.

A pesar de que el marqués de la Villa del Villar del Águila nunca pudo convencerla de lo contrario. Al menos pudo concederle un deseo a Sor Marcela que cambiaría por completo la vida de los habitantes: La construcción de un canal que llevara agua limpia a la ciudad. A cambio, Sor Marcela prometió rezar y pedirle a Dios por él cada noche, pues había demostrado ser un hombre generoso y de buen corazón.

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