Revista

La Cápsula del Tiempo

Por: Griselda Osejo Ugalde y Luis Gabriel Osejo
Fotos: Especiales

Para mi tía Yolita, todos los días extrañamos tu risa. 

Julio 2023

Esta es una carta dirigida a los mexicanos del 2 mil 100.

En la edición anterior tuve la oportunidad de proporcionarte un poco del contexto en que nos encontramos para el año desde el cual te escribo, pero ahora quiero contarte sobre un hecho que tal vez tu conozcas por los libros de historia y que yo conocí como una realidad; te hablo de la pandemia de la COVID-19.

Para contarte de este suceso voy a regresarme algunos años en el tiempo, al 2020. Recibimos al año con la OMS (Organización Mundial de la Salud) estableciendo un estado de emergencia para sí misma, el primero de enero, con la intención de atender al brote de neumonía del que la Comisión Municipal de Salud de Wuhan le había notificado en fecha 31 de diciembre del 2019. En estos primeros días no sabíamos que se trataba del COVID-19, la gente en México llevaba a cabo su vida de lo más normal, pero al pasar de los días se comenzaron a escuchar algunas noticias al respecto, especialmente porque para el día 13 del año se confirmó el primer caso fuera de China, en Tailandia. Aún parecía bastante alejado para el mexicano promedio.

Pero entonces, el 27 de febrero del año en cuestión, se confirmó el primer caso de COVID-19 en México, para estas fechas, el mexicano ya comenzaba a tener miedo, pues hacía casi un mes desde que la OMS había emitido una Declaratoria de Emergencia de Salud Pública. Sin embargo, la vida continuaba como de costumbre, y fueron nuestros últimos días de paz, hasta que el estado declarado por la OMS cambió el 11 de marzo, el mundo dejó de estar ante una emergencia y comenzó a vivir bajo una pandemia. Posterior a esta fecha, el país casi se detuvo por completo, entre el 12 y el 13 de marzo los habitantes de este país recibimos instrucciones de cesar nuestras actividades. 

En 2020 tuvimos que aprender a adaptarnos a las nuevas circunstancias, ahora no podíamos salir sin cubrebocas, es más, no podíamos salir y punto. Se implementaron programas como #QuedateEnCasa”, que consistía en realizar cuarentena con los habitantes de tu hogar. Gobierno emitía recomendaciones como el lavado de manos con duración de al menos 20 segundos, el estornudar y toser en la parte interna del codo, la constante desinfección de objetos y superficies, además de respetar la sana distancia (actividad que incluso tuvo su propia mascota denominada “Susana Distancia”). Sin mencionar que todos los días sin falta se transmitían las conferencias de COVID, donde el Dr. Hugo López-Gatell compartía información respecto de la pandemia. Además, comenzamos a realizarnos pruebas de COVID, las cuales eran difíciles de conseguir e incómodas de realizar, no era nada grato introducir por la naríz un hisopo enorme que llegaba hasta la garganta y luego darle vueltas.

En este período se popularizó el uso de productos como los tapetes sanitizantes, mismos que en realidad no eran muy útiles contra el COVID, pero todos estábamos tan asustados que los encontrabas en la puerta de cada casa, negocio o establecimiento en general. También comenzamos a utilizar caretas, las cuales podías escoger transparentes o de colores, cuestión que también se dio con los cubrebocas… Era como si estos se volvieran accesorios, parte de nuestros outfits, los combinamos con la ropa y tratamos de aminorar el estrés o la incomodidad que podían causar. Respecto de servicios, se hicieron más frecuentes las compras por internet, destacando el uso de aplicaciones para hacer el súper, especialmente porque algunos supermercados restringieron el acceso a una persona por familia. 

Luego, en un intento desesperado por encontrar la salud, la gente comenzó a buscar remedios milagrosos contra el COVID, tal fue el caso de los productos con cloro. ¡La gente estaba bebiendo e inyectándose cloro! Toda esta situación era una locura, y si no encontraban la cura entonces iban a encontrar a un culpable, así fue como el personal de la salud comenzó a ser atacado; les aventaban cloro (¿cuál era la necedad?), los golpeaban, los insultaban y los amenazaban de muerte, hubo quien los consideró focos de infección, cuando en realidad estaban tratando de salvar al mundo.

Este año (2023) se ha declarado el fin de la pandemia, y la gente ha vuelto a su vida normal. Todos los días seguimos extrañando y llorando a quienes se llevó la pandemia; ya sea por haberse contagiado de COVID, por haber sido víctima del incremento de violencia de género que hubo en este periodo, por haberse suicidado a causa del deterioro psicológico que ocasionó el encierro. Ya no estamos obligados a usar cubrebocas, podemos abrazarnos y reunirnos, hubo un momento en que se le llamaba “covidiota” al que no respetaba las medidas de seguridad sanitaria, medidas que hoy ya no se imponen. Me resulta impresionante la resiliencia que tiene el ser humano frente a un evento global traumático, hemos tenido que aprender a vivir en la normalidad nuevamente. 

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